Corría el año de 1972 cuando vi por primera vez tres
productos que marcan nuestro presente y futuro. Era un sábado cualquiera cuando
acompañaba a mi Papá a hacer las compras en el Mercado Principal de Mérida,
Venezuela, que por aquel entonces quedaba en el centro de la ciudad a una
cuadra de la Plaza Bolívar; edificación que sería devorada por el fuego años
más tarde y en cuyo terreno se levantó posteriormente el Centro Cultural Tulio
Febres Cordero.
Fue entonces que, con nuestras bolsas de fique al hombro, entre vendedores, olores y colores de productos del campo, carnicerías y pescaderías, nos adentramos al bullicioso ambiente de ventas y regateos del Pasaje Tatuy, que era una pequeña callecita lateral de acceso al mercado.
Fue entonces que, con nuestras bolsas de fique al hombro, entre vendedores, olores y colores de productos del campo, carnicerías y pescaderías, nos adentramos al bullicioso ambiente de ventas y regateos del Pasaje Tatuy, que era una pequeña callecita lateral de acceso al mercado.
Justo antes de entrar al mercado, por la puerta lateral,
junto a una máquina de hacer barquillas y a un adivinador ambulante con su loro
verde en el hombro, se apostó ese sábado un anciano, bien afeitado y peinado,
flaco y de camisa manga corta, con una pequeña maleta cuadrada de cuero que
abierta en el suelo mostraba y ofrecía para la venta 3 productos principales:
- Franelas blancas chinas, de hilo muy fino, con tres botones en el cuello, además de cholitas negras chinas –zapatillas– estilo Bruce Lee y camisas blancas cuello Mao;
- Chapitas –o botones decorativos– del Ché Guevara con boina con estrella y chapitas de Fidel Castro con gorra y tabaco en mano; y
- Camisas estampadas y chapitas alegóricas a una planta con hojas puntiagudas de siete brazos, que más tarde supe que la conocían como Cannabis o Marihuana.
Entonces, Papá murmuró algo sobre el futuro de estos productos
que tenía que ver con el número de habitantes y la constancia, o algo así.
Luego de detenernos un rato a admirar estas nuevas
mercancías, como abalorios, seguimos con nuestra agenda y proseguimos haciendo
compras.
Recordando la escena, con el paso del tiempo, me doy cuenta
que no supe descifrar lo que había presenciado. Hoy, y por los próximos cien
años, los productos chinos dominan el grueso de la oferta mundial; la
Revolución Cubana ha sobrevivido hasta sus 58 años y ha esparcido sus semillas
en los campos de muchos pueblos; y la Marihuana camina entre aplausos al ámbito
de lo permitido, luego de su regulación en Holanda, su legalización en
Uruguay y más recientemente en Colorado, California y Nueva York, en los
Estados Unidos.
Hoy estoy pendiente de reconocer y descifrar una nueva
maleta, de algún viajero del tiempo, que me muestre los signos que marcarán el
futuro.
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